La transformación de Quilicura: desarrollo sin planificación y sacrificio ambiental
A lo largo de su historia, Quilicura ha sido afectada por la industrialización y los problemas ambientales que ésta ha generado en todo el sector norte de Santiago. El Plan Regulador Comunal no ha preservado la exuberante vegetación que alguna vez hubo allí.

El sábado 26 de abril, el Ministerio del Medio Ambiente y la Municipalidad de Quilicura anunciaron la restitución de la declaratoria del humedal urbano de la comuna. Este hito se produce después de tres años de espera y luego de que el humedal perdiera su protección bajo la Ley 21.202 por problemas legales. La revocación de ese estatus tuvo graves consecuencias, que afectaron directamente al ecosistema del lugar.
En las últimas décadas, Quilicura pasó de ser un sector rural, lleno de humedales y extensos terrenos agrícolas, a una zona industrial y urbana, marcada por un crecimiento desordenado y carente de regulaciones. La comuna alberga importantes centros industriales y logísticos, entre ellos compañías como CCU, Nestlé y diversas inmobiliarias, como Los Silos III y Butamal, entre otras.
El nombre Quilicura proviene del mapudungún kula (tres) y kura (piedra), en alusión a los tres cerros que la separan de Renca, comuna de la que fue parte hasta 1901. En ese entonces, Quilicura era conocida por tener la laguna más grande de Santiago. Esa enorme reserva de agua se redujo con los años hasta quedar convertida en un humedal urbano, supuestamente protegido por la ley, pero que hoy sobrevive entre fábricas, viviendas y contaminación.
Sin embargo, el cambio no fue inmediato. Miguel Mora, activista de la comuna y profesor del Liceo José Miguel Carrera, llegó desde Temuco en 1994 y fue testigo de cómo el paisaje rural de Quilicura se ha ido perdiendo.
“Llegué a Quilicura, empecé a conocer y la primera impresión fue que de alguna manera se parecía al sur. Había potreros, zonas de siembra, carruajes tirados por caballos y un trabajo constante en la tierra. Estaba harto verde”, recuerda Mora.
Antes, Quilicura era un lugar de relaciones cercanas, donde los vecinos se conocían y la vida giraba en torno a los oficios tradicionales y al contacto con la naturaleza. Sin embargo, a partir de los años 80, la comuna comenzó a cambiar.
“La parte agrícola le daba un encanto especial a la comuna. Las relaciones humanas eran del tú a tú, con un vínculo cercano. Si bien el proceso de individualismo venía de antes, todavía se veía mucho ese contacto humano, sobre todo en el mundo de la cultura y de la educación”, agrega Miguel Mora.

Durante la dictadura, Quilicura vivió varios cambios administrativos, con cuatro alcaldes designados por la Junta Militar entre 1973 y 1989. Fue en ese periodo que se elaboró el Plan Regulador Comunal de 1985, que contempló solo el 6 por ciento del territorio de la comuna, dejando el resto a merced de un crecimiento poco planificado.
Con la llegada de la democracia, ese desorden no se detuvo. Según cuenta Miguel Mora, “el primer gobierno post dictadura hizo cuatro gestiones comunales seguidas que expandieron el ámbito urbano de una manera asombrosa. Se produjo una explosión demográfica mayúscula”.
La comuna, en poco tiempo, pasó de tener quintas y parcelas a convertirse en un polígono industrial y residencial, colindante con las principales autopistas de la capital.
Para muchos, el recuerdo de esa Quilicura verde, frondosa y con muchos humedales todavía permanece. Fernando Abarca, vecino y totorero, lamenta el estado actual del entorno del sector norte de la capital.
Elisa Muñoz, vecina de toda la vida y también totorera, revive con nostalgia los días en que la comuna era un refugio natural: “Personalmente me da pena porque de haber conocido un verdadero humedal lleno de coipos, garzas, patos y áreas verdes, hoy solo quedan aguas sucias y contaminadas. Ya casi no se ven aves en el sector”, lamenta.
Uno de los cambios más recientes y significativos fue la llegada del Metro de Santiago, con la extensión de la Línea 3 hasta Plaza Quilicura, en 2023. Para algunos vecinos, este avance representó un alivio en su vida cotidiana.
Cerca del humedal, vive y trabaja Amalia Oyarzún, vecina, quien vive hace más de 20 años en la comuna y tiene un kiosko que es su principal fuente de ingresos. Ella agradece la construcción del Metro, ya que se demora menos en los viajes de abastecimiento. “Antes yo iba a la Vega y me demoraba una hora y media para llegar en micro. Ahora, tú tomas el Metro y llegas en 20 minutos a Cal y Canto”, detalla.
Actualmente, Quilicura alberga a más de 210 mil habitantes, según el Censo de 2017, y concentra 182 de los 1.800 puntos industriales y comerciales de la Región Metropolitana. La comuna sigue creciendo, pero las huellas de su pasado natural se diluyen entre calles asfaltadas, galpones industriales y proyectos inmobiliarios.
Los testimonios de sus vecinos son el eco de una Quilicura rural que se resiste a desaparecer en la memoria, de una comuna que alguna vez fue rica en biodiversidad y un refugio natural en la frontera norte de Santiago.